24 de febrero de 2014

Cuentos de mi vida: "La historia de un cese" 1ª parte

Y esto ¿por qué es un cuento? Pues porque te lo cuento.

Hoy el Director de Enfermería de las gerencias del área de Salud de Plasencia y Navalmoral de la Mata me ha comunicado mi CESE. Es decir, que me ha "echado" (pero claro yo tengo plaza fija en urgencias y me voy con mis siempre compañeros/as de hospital, es decir que no me voy)
Un poco curioso todo... porque en noviembre además de Supervisor de Calidad, docencia e investigación me asignó funciones de supervisor de Laboratorio y de Farmacia. Y a primeros de diciembre me hizo saber que con los presupuestos de enero me nombraría supervisor de área (funciones que realizaba desde hace 6 años sin nombramiento y sin ningún tipo de "recompensa" y sin exigencias ni presiones mías).
Porque escribo esto aquí diréis...
Pues parece ser que una de las causas es por lo que escribo en las redes sociales y otras las numerosas presiones que había tenido para que me destituyera desde su primer minuto de mandato.
Me quedo estupefacto.
¿Redes sociales? En mi blog escribo mis cuentos (vease el caso, aunque este será diferente), en "feisbus" hablo de mis emociones y doy publicidad de las actividades que organizaba en el área de salud de plasencia, en twiter, Linkedin, google +, más de lo mismo.
Lo bueno de las redes sociales es que es un pedazo de la historia de las personas y ahí aparecerán los innumerables cursos, congresos, proyectos para pacientes y familiares hechos realidad (como el de Cuidadores) y otras actividades organizadas...  Es una pena que todas estas realidades queden "apagadas" (por eso el pandita triste de la foto). Además yo soy dueño de mis palabras tanto escritas como expresadas.
Ah! ¿a ver si no va a ser eso?
Me quedo estupefacto.
¿Presiones? El primer minuto de su mandato tenia encima de su mesa una carta firmada por mi para poner mi cargo a su disposición... me llamó y me dijo que era imprescindible para su equipo, que contaba conmigo, que era uno de los pilares básicos, que, que, que, que... (ya me han mentido y engañado otra vez y por algo más importante). No señor director, ¡tú me has cesado! no lo olvides nunca. Y has cesado todas esas actividades que engrandecían a una gran profesión... a la ENFERMERÍA.
Me quedo estupefacto.
¿Presiones? Conmigo siempre, parece ser, habéis recibido presiones, pero tu sucumbiste (supongo que tendrías mucho en juego). Es lo que tiene no tener un color ni azul, ni rojo, ni verde, ni amarillo, ni rosa... Lo mio es un cooolooor especiaaal.
Mi color es el de las personas, de las personas que valen la pena independientemente del color que luzcan (en mi "feisbus" los hay de todos los colores, algunos amigos y otros simples conocidos, que tienen el derecho de expresarse como quieran), es el color de los buenos compañeros que trabajan día a día, a veces sin saber qué rumbo tomar pues nadie les guía...
Mañana vuelvo a mi sitio, Urgencias, "enfermera de urgencias" (eso si con aspecto de hombre), con las mismas ganas que siempre. Y no necesito días de acoplamiento, pues he seguido realizando tareas asistenciales siempre.
Me gusta trabajar esté donde esté.
Eso sí, podré seguir mirando a los ojos a todas las personas... los míos están limpios, pero han visto demasiadas cosas que sin duda os contaré en el próximo capitulo...
Es época de cambios, siempre me han gustado.






15 de febrero de 2014

Cuentos de mi vida: Zoe y el Lago de su Vida

Zoe y el Lago de su Vida

Zoe vivía en un hermoso bosque. Era una niña maravillosa. En su dulce carita llena de sueños e ilusiones, brillaban unos hermosos ojos marrones que iluminaban el lugar que habitaba.

En el bosque, como sabéis, no hay espejos, por eso Zoe cada mañana, iba a peinarse a un lago cercano. Movía con sus manitas el verdín espeso de la orilla y se pasaba sus delicados dedos por su largo y brillante pelo castaño.
La imagen que le reflejaba el lago aparecía siempre borrosa y movida, pero ella, tan niña como era, creía conocerse de memoria y apenas se fijaba en esos pequeños detalles.


Sin embargo, día tras día, Zoe temblorosa por esa agua temblorosa, se volvía cada vez más y más tímida, y cada día más y más se encerraba en sí misma. Empezó a pensar que ese reflejo era su realidad.

Se preguntaba ¿Cómo me verán los demás? Y buscaba respuesta en los ojos de esos animalitos que la visitaban a menudo (porque Zoe se hacía querer mucho). Buscaba en los ojos de las ardillas, de los ciervos, de los enormes tigres, de los pequeños suricatos (ya se...  en los bosques no suele haber suricatos, pero me mola mucho Timón), de los coloridos papagayos..., pero en esos ojos, en esas pupilas de esos ojos, aparecía sólo un pedacito oscuro de su imagen.

Zoe se decía para sus adentros (que no es lo mismo que pensar, ¡ehhh!) “Todo fuera de mí puedo conocerlo, el árbol con su tronco robusto y sus hojas que el viento mueve como al son de una bella canción, a mis amiguitos del bosque que me visitan o que busco para jugar, e incluso a esa bella y alta luna lejana en el cielo de las estrellas... pero a mi misma no puedo verme como soy.

El agua, mis ojos y los ojos de los demás ¡ME  MIENTEN! Joooo ¡exclamó Zoe!

Se dio cuenta que su vida era verse todos los días en una imagen distorsionada, desfigurada, deformada y sobre todo confundida de sí misma.

No era capaz de saber quién era y de cómo era realmente. Y empezó a perder la ilusión (sabéis que es lo primero que se pierde cuando no hay ilusión... “la sonrisa”), y dejó de sonreírle a la vida (Sabéis que Zoe viene del griego y significa "VIDA").

Es decir, dejó de sonreírse a sí misma... Y lloró.

Un buen día, uno de esos días mágicos que nos trae la vida, Zoe se acercó de nuevo al lago. Era un día soleado, el verdín había desaparecido y el agua estaba en calma… en ese instante, en ese maravilloso momento, según aproximaba su carita al agua..., como de la nada apareció una bella niña, vestida de blanco reluciente (que no ese blanco roto que hay ahora), con una hermosa melena de color miel  y unos brillantes ojos marrones...  Se acercó lentamente a Zoe. Le sonrió con la mejor de las sonrisas que nunca nadie le había regalado antes y le susurró “Tú eres como yo, así somos, ninguna otra criatura puede parecerse a mí, sólo tú, con tu vida, con lo que piensas y con lo que sientes, aunque a veces tiembles en ese frágil cuerpo. Mírame, ¿Qué ves?, aquí estamos las dos frente a frente... así de maravillosa es como todos te ven”.

Zoe se dio cuenta de quién era en realidad... La niña que soñaba ser.

Moraleja:


¡No remuevas los problemas, afróntalos, pero cuando estés tranquilo/a y si es necesario busca ayuda…. Nunca pierdas la ilusión. Sueña y cree siempre en tus sueños. Nunca dejes de sonreírte a ti mismo/a ni a la vida. Sonríe pues no hay mejor sonrisa que la que sale de tu rostro. Piensa en todo lo positivo que tienes y grítalo para tus adentros.... pero sobre todo nunca, pero nunca olvides lo maravillosa/o que eres.

6 de febrero de 2014

Cuentos de mi vida: "A Ninguna Parte"

Cuentos de mi vida: "A ninguna Parte"

Navegando hacia Ninguna Parte se dirigían dos hermanos gemelos que se hacían llamar  Desprecio e Indiferencia. 
Eran hijos de Notequiero y Nomeinteresas y decidieron partir sin rumbo a la búsqueda de si mismos. 
En un momento del viaje a Ninguna Parte, Desprecio le preguntó a su hermana: ¿Eh tú, levanta de ahí y échame una mano con las velas? Claro está… no obtuvo respuesta. A Indiferencia sólo le importaba ella misma. A veces no hay mayor desprecio que la indiferencia.
Pasado un tiempo y varias tormentas, ella le dijo a él ¡Tengo miedo!, a lo que Desprecio, clavándole la mirada en sus ojos le contestó ¡Y a mi qué!.
Indiferencia lloró de miedo y Desprecio se quedó solo.
Nunca llegaron a Ninguna Parte pues Ninguna Parte estaba en el país de donde nunca debieron de haber salido.
Se piensa que ambos hermanos siguen sin rumbo y a la deriva y que en ocasiones encuentran algunos puertos donde atracan, recogen víveres, transmiten su virus a quienes se les acercan... y huyen. 
Pero siempre juntos.
Si te los encuentras en el muelle de tu vida, míralos a los ojos sin miedo, sin ira... de no ser así, estarás perdido.
Y recuerda que junto a ellos nunca llegarás a Ninguna Parte.

De "Cuentos de mi vida" (José Manuel Párraga)


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